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Turquía,… tribu y dinastía



Los selyúcidas, selchucos o selyuquíes fueron una dinastía turca oghuz que reinó en los actuales Irán e Iraq, así como en Asia menor entre mediados del siglo IX y finales del siglo XIII. Llegaron a Anatolia procedentes del Asia Central a finales del siglo X, causando estragos en las provincias bizantinas y árabes, que acabaron con el Califato Abbasí y debilitaron considerablemente al Imperio bizantino con su empuje religioso hacia Occidente.






Los turcos selyúcidas fueron una dinastía de pueblos nómadas que se asentaron en los actuales Iraq, Irán y Asia Menor, y más tarde en Anatolia (s. XI-XIII), desplazando a los bizantinos y prolongándose su estancia a aquél espacio sobre las de los otros territorios. La dinastía de los turcos selyúcidas se ramificó en varias casas reinantes, de las cuales la más duradera fue la de los turcos del Rum (que se perpetuó hasta el siglo XIV), aunque tras las invasiones mongolas y superando la Edad Media, la más exitosa tribu turca sería la de los otomanos, escisión de los selyúcidas.

Los selyúcidas tuvieron su origen en una tribu oghuz asentada en Asia Central, convertida al Islam desde el siglo X y de economía nómada. Desde época de Siljuk, líder de la tribu selyúcida (de ahí su nombre), los turcos migraron sobre sus vecinos persas, en el actual Irán, enfrentándose a ellos y demostrando su gran combatividad. La dinastía gaznaví que regía en Irán tenía también un origen turco, y su poder se extendía más allá del Jorasán hasta Afganistán y parte de la India.



Los turcos selyúcidas son considerados como los antepasados directos de los turcos sudoccidentales, los habitantes actuales de Turquía, Azerbaiyán, y Turkmenistán. Los selyúcidas desempeñaron un papel principal en la historia medieval creando una barrera a Europa contra los invasores mongoles del este, defendiendo el mundo islámico contra los cruzados de Europa y conquistando grandes extensiones del Imperio bizantino, que prácticamente desmantelaron, siendo sus sucesores, los turcos osmanlíes, los que asestaron el golpe de gracia.

La austera Turquía oriental, en la frontera con Rusia e Irán, es una sucesión de vastas zonas desérticas. La región no está tan bien dotada de infraestructuras turísticas como las regiones del oeste, y se orienta más bien a los viajeros poco exigentes en cuestiones de comodidad. La parte oriental de Anatolia, menos concurrida, nos muestra una cara más auténtica, y permite entrever los países de Asia central. Cuenta con monumentos dignos de interés, como las fortalezas selyúcidas (Sivas y Divrigi), los caravasares, los monasterios, o el impresionante mausoleo de Nemru Dagi (durante el ocaso). No obstante, ten en cuenta que aquí las distancias son considerables, y que hay que mantener ciertas precauciones, dado el intenso activismo kurdo. El viaje a esta zona del país, que el Ministerio de Asuntos Exteriores califica de «desaconsejable» solamente se puede realizar durante el día y por las carreteras principales



Los Selyúcidas de Rum (1077-1307) La dinastía turca de los grandes selyúcidas (1038-1194), originaria de Asia central, establece su autoridad en Persia e Irak y se proclama a partir de 1055 protectora del califato abasí. El poder de este último se había deteriorado con la instauración del califato rival de los fatimíes, de obediencia chiíta.

Los grandes selyúcidas llevan a cabo varias campañas en Anatolia, en las fronteras orientales del Imperio bizantino, a fin de impedir una alianza bizantino-fatimí. La batalla que ganó el sultán Alp Arslan en Manzikert, en 1071, fue decisiva para la instalación de los turcos en Anatolia.

Qilish Arslan I (r. 1092-1107) instala primero su capital en Iznik (antigua Nicea), trasladándola después a Konya. El emperador Federico Barbarroja y las tropas de la tercera Cruzada asolan Konya en 1099. En 1204 la toma de Constantinopla por la cuarta Cruzada reduce el control bizantino en Anatolia a la región de Iznik y el principado de Trebisonda. Los sultanes selyúcidas de Rum someten también a emiratos turcos rivales, como los danisméndidas y los saltukidas, establecidos al este de la meseta anatoliana.



Los cuatro primeros decenios del siglo XIII son florecientes, en especial durante los reinados de Kay Ka’us I (r. 1210-1219) y Kay Qubadh I (r. 1219-1237).

El primero firma un acuerdo de paz con el emperador Teodoro Láscaris. El segundo se alía con los ayubidas de Siria para oponerse a los jorezmitas, que pusieron término al reinado de los grandes selyúcidas e intentan derribar el califato abasí.







El empuje mongol se hace sentir en Anatolia hacia mediados del siglo XIII. Kay Khusraw II (r. 1237-1246) y su ejército compuesto de armenios, de griegos y de francos caen derrotados cerca de Sivas en 1243.

Desde entonces, aunque el sultán se mantiene en su trono en Konya, no por eso deja de convertirse en vasallo de los kanes mongoles y les rinde tributo. Las disensiones entre los hijos de Kay Khusraw II disgregan el territorio selyúcida, que se convierte en una provincia il-khanida a la muerte de Ma‘sud II en 1307.



Tras aproximadamente dos siglos de poder selyúcida, al parecer coexistieron varias etnias (turcomanos, griegos, armenios) y confesiones en relativo buen entendimiento. La islamización del territorio es gradual. Se salvaron las iglesias y los monasterios.

La confluencia de creencias participa en el surgimiento de órdenes místicas entre las cuales se encuentra la cofradía de los Mawlawis, que tuvieron como centro la tumba de Jalal al Din Rumi (m. 1275) en Konya.

Asimismo, se observa una forma de endogamia entre las poblaciones. Por su parte, los sultanes no se niegan a casarse con princesas griegas o georgianas.

El poder obtiene sus recursos de los ingresos agrícolas y del comercio internacional. Anatolia vuelve a ser una vía de paso (terrestre y marítima) de los intercambios (madera de construcción y esclavos) norte (Crimea)-sur (Siria, Egipto), además de las relaciones con las ciudades mercantiles venecianas, enemigas de los bizantinos. Subsisten numerosas infraestructuras relacionadas con este comercio.



Una red de kanes que unen las principales ciudades del sultanato y distantes unas de otras del equivalente de una jornada de caminata (aproximadamente 25 km), son fundadas por los sultanes, sus esposas, visires u otras personalidades, a menudo bajo el régimen de waqf.

Presentan el aspecto de fortalezas con torres de esquina y contrafuertes. La decoración, cuando existe, se concentra en los porches de entrada (en el patio o en la gran sala) incluso los edículos que sirven de mezquita como en los dos Sultan Han cerca de Aq Saray y Kayseri (1229).

Los puentes, reconocibles por su gran arco de arco mitral coronado por un parapeto de perfil triangular, son testigo de la importancia concedida a la red de vías de comunicación, además del hecho de que permitían la recaudación de impuestos. El único vestigio de arquitectura naval en el mundo árabe-musulmán de este periodo es el fondeadero del puerto de Alanya (1228) en el Mediterráneo.



También en lo civil, hay que recordar la restauración o la construcción de fortificaciones de ciudades, donde destaca la de Erzurum (después de 1230). En cambio de los palacios sólo subsisten cimientos y fragmentos de decoración: cerámica de revestimiento, carpintería y estucos.

El de Kubadabad en el lago Bey?ehir incluía un patio de honor con cuatro iwans, una mezquita, baños y un arsenal, así como un terreno de juego, especialmente para la práctica ecuestre.



El campo de la arquitectura religiosa es rico en monumentos, sobre todo construidos después de 1150, en los que la influencia del Irán selyúcida, combinada con las influencias locales griegas y armenias, se hace sentir en el tipo de edificios (mezquitas y madrasas, mausoleos (gumbat)) y en su estructura: un patio abierto a uno, dos o cuatro iwans precedido de un pórtico magnificado y flanqueado por minaretes para las primeras; torres de sección circular o poligonal con una cubierta cónica o piramidal para las segundas. El nuevo uso de materiales hizo posible la erección de numerosas construcciones en un lapso de tiempo limitado, sobre todo para los paramentos de mármol bicolores, al igual que lo que se utilizaba en Siria en la misma época. Los porches de entrada funden la identidad de estas realizaciones. En volúmenes simples una arquería inscrita en un rectángulo se adhiere a una decoración abundante, confinando en ocasiones la exhuberancia, con franjas epigráficas, lazos y nudos, motivos vegetales y animales, muqarnas: madraza Ince Minare en Konya (1258), madraza Gök en Sivas (1271), mezquita Ulu Cami en Divrigi (1229). Esta última, asociada a un hospital, constituye un ejemplo de los complejos con funciones diversas que se extienden por Siria y Egipto a partir del siglo XIII.



Excepto los elementos esculpidos en piedra, la profusión decorativa propia de los selyúcidas se encuentra en el trabajo en madera, bronce y estuco. Cabe mencionar la cerámica de revestimiento, en forma de mosaico utilizada para la cúpula y las albanegas de la madraza Karatay en Konya (1252) o de azulejos imbricados en estrella y en cruz que se encuentran en los vestigios de los palacios (Konya, Antalya, Diyarbakir).

La decoración, pintada en vidriado, lustrado, esgrafiado, o de tipo minai, evoca un repertorio característico: personajes con rostro redondo y con ojos almendrados, animales reales y fantásticos, signos del zodiaco, todo en composiciones cercanas a la heráldica.

De ellos se revela una influencia de Asia central y de sus tradiciones chamánicas. Las mezquitas selyúcidas también han dejado los fragmentos más antiguos de alfombras islámicas que nos han llegado; sus motivos estilizados a veces se asocian a inscripciones cúficas. Una seda con leones enfrentados que adornan medallones (Lyon, museo histórico de tejidos) posee una inscripción con el nombre de Kay Qubadh (¿I o III?), mientras que un plato de cristal esmaltado y dorado, técnica que apareció en Siria en el siglo XII, luce el de Kay Khusraw II (Konya, museo Karatay).






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